Sálvese quien pueda, parece ser la constante en las esquinas o cualquier
lugar de nuestros sitios de habitación, trabajo o desarrollo personal y
profesional. Incluso cuando al merecido descanso se trata.
Lo más seguro es que al interior de nuestros hogares habrá las medidas de
rigor, pero eso no sucede en los espacios públicos, aquellos que debemos
transitar u ocupar. Las normas ambientales están definidas para que los
obligatorios ruidos sean controlados, emitidos, permitidos, medidos y
reportados. Por acá se hace?
No conocemos de la aplicación de estas leyes o normas y menos de
resoluciones o decretos locales, ahí es donde debemos exigirnos para poder
bajar los altísimos niveles de contaminación auditiva, que ya nos afecta en
toda la integridad, no solo en la salud sino en las reacciones y hasta
problemas de convivencia.
Restringidos, controlados, intermedios o moderados y altos son algunos de
los umbrales de tolerancia para nuestro sentido más sentido, no entendemos cómo
tramitan certificaciones ISO -y se las otorgan- cuando se superan y menos
cuando no hay índices, reportes o visitas de campo, a fin de constatar su
aplicación.
¡Uy que ruido, pasito por favor, que escándalo, bájele..! exclamaciones que
nos permiten regular, por algunos segundos, a los inconsecuentes con estos
temas y que no conocen de horarios para sus estruendos. Altoparlantes y
amplificadores, bocinas o pitos, campanas, motos, perifoneos, alarmas, sirenas,
pregoneros, tráficos pesados, pólvora o juegos pirotécnicos, maquinaria
industrial, plantas eléctricas, almacenes, tiendas, tabernas, bares, discotecas
y similares, mascotas e instrumentos musicales y vendedores de CD piratas,
eventos comunitarios y gimnasios. Y nuestros enfermos, bebés y familiares son
los más afectados.
No olvidar en los celulares los sugestivos y escogidos tonos de llamadas (ringtones) que incomodan
reuniones, homilías y hasta sepelios...a quien corresponda normatizar las
perturbaciones y amortiguarlas, recurran a las que definen entre 60-65
decibeles al día y 50-55 para la noche, en zonas residenciales y que por falta
de control de las autoridades ya han convertido en comerciales; es donde no se cumplen
los POT.
Que corresponde a la Policía apoyar la tranquilidad ciudadana, no permitir
los vecinos escandalosos, eso poco y nada se cumple, tiene que haber pelea,
tropel o llegar a mayores para que contesten, se hagan presentes y tomen las
medidas que les han delegado, de una armoniosa aplicación de las mínimas normas
de urbanidad e integrar núcleos sociales o tocará utilizar la eficiente tutela
y ya. Un silencio por favor...
Retos para
aprovechar y oportunidades para trascender. Municipios y conciudadanos llegó su
hora y no por medallitas, por grandes premios: salud, tranquilidad,
convivencia, respeto y así dormir.
Ricardo Gabriel Cipagauta Gómez Comunicador y Periodista (ricardocipagomez@yahoo.es)
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